La Entrada VI: La Puerta de los Relieves Eternos
Autor: Aleph Tres Dedos
Editorial: Ciencia Infusa

Ante los viajeros se alzó un umbral que no era de piedra ni de metal, sino de tiempo solidificado.
Su superficie verdosa parecía haber brotado de la arena como un organismo mineral, donde cada relieve era un latido detenido.
La Puerta no se abría hacia afuera ni hacia adentro: se abría hacia las visiones grabadas en ella misma.

Lectura simbólica de los relieves

  • Los paneles superiores, llenos de figuras en pequeños nichos, representan las multitudes de destinos posibles: cada ser de pie o sentado custodia una variante del viajero, un “otro yo” que permanece en suspenso.

  • Las escenas centrales muestran figuras que ofrecen o reciben algo. En clave mística, es el rito del intercambio: el buscador entrega parte de su identidad a cambio de ser admitido. El círculo, el trono, la multitud que rodea: símbolos del “tribunal interior” al que todos se enfrentan antes de cruzar.

  • Los arcos góticos, que se repiten como mandalas invertidos, marcan la geometría del paso. Su función no es arquitectónica, sino vibratoria: cada arco es una frecuencia, una nota del canto cósmico que sostiene el gusano-serpiente y al pájaro de alas múltiples.

  • El metal oxidado en verde azulado señala la transmutación: lo que fue brillo (cobre/bronce) se convierte en pátina de sabiduría. La corrosión es, en verdad, una consagración: solo lo que sobrevive al desgaste del tiempo puede custodiar la entrada.

Advertencia del códice

Un texto invisible, que los viajeros percibieron como resonancia en el pecho, decía:

“Quien contemple la Puerta y reconozca en sus relieves su propia forma, quedará atrapado en el metal hasta que otro lo sustituya.
Quien, en cambio, se vea como vacío, podrá cruzar sin dejar huella.”



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